Sheinbaum y García Harfuch: Entre la estrategia y la carroña

Juan Luis H. González
Sí, la seguridad sigue siendo una gran deuda en nuestro país. México arrastra décadas de violencia, producto de malas decisiones y complicidades entre el crimen organizado y los gobiernos de los tres niveles. El tamaño de la tarea es colosal, pero reducir este problema a una narrativa de caos absoluto oculta otras intenciones. La estrategia de seguridad ha cambiado en este sexenio. Claudia Sheinbaum ha dejado atrás la política de contención para pasar a la ofensiva. Los abrazos ya no son el centro ni del discurso ni de la acción gubernamental.
Desde diciembre, se han desplegado operativos en zonas de alta conflictividad en estados como Guerrero, Michoacán, Jalisco y Zacatecas. Más de 15,800 personas han sido detenidas por delitos de alto impacto en lo que va del sexenio, una cifra que marca una diferencia notable con administraciones anteriores. La estrategia ya no depende únicamente de la presencia territorial de la Guardia Nacional, sino de una ofensiva bien estructurada: inteligencia financiera, operativos dirigidos y golpes certeros a las estructuras logísticas de los grupos criminales.
El personaje central de esta historia es Omar García Harfuch, quien ha sido pieza clave en la implementación de esta estrategia desde el gabinete de seguridad. Su perfil no es el de un improvisado: dirigió la Policía Federal Ministerial, fue coordinador de Inteligencia para la Prevención del Delito y, como jefe de la policía en la Ciudad de México, redujo significativamente los delitos de alto impacto.
El atentado que sufrió el 26 de junio en la Ciudad de México, seguido de su pronta reincorporación a las tareas de seguridad, es el reflejo de su carácter y determinación. Su incorporación al gabinete de seguridad obedece a una línea clara: operatividad, coordinación y mano firme. Harfuch representa una visión técnica de la seguridad, alejada de la retórica política.
Sí, la crisis de los desaparecidos es una herida abierta. La cifra es alarmante y ha marcado la historia reciente del país. Es un problema que no puede ignorarse, pero también es un hecho que, por primera vez, el gobierno federal ha puesto en marcha una estrategia nacional de búsqueda. La creación del Centro Nacional de Identificación Humana, el aumento del presupuesto a las comisiones estatales y la reestructuración de la Comisión Nacional de Búsqueda reflejan un intento por ordenar un sistema que siempre operó bajo inercias cuestionables y omisiones. La crisis no se resolverá de la noche a la mañana, pero hay un esfuerzo real por atenderla con acciones concretas y un plan que tiene como fin darle respuesta a las miles de familias afectadas.
Sí, el caso Teuchitlán es algo que deberá desentrañarse y esclareverse de raíz, pero también dejó claro que la oposición política y mediática del país no tendrá reparos en utilizar cualquier crisis para intentar ganar terreno. Su narrativa es sencilla: generar caos, descontrol y sembrar la idea de que el gobierno de Sheinbaum está rebasado, sin importar los datos, sin matices, sin rigor.
El desafío no es menor. La inseguridad no se resuelve con decretos ni con discursos optimistas. Pero lo cierto es que este sexenio hay una estrategia en ejecución. El gobierno federal le está apostando a la inteligencia, la coordinación y la acción directa contra el crimen organizado. En medio del oportunismo político, lo que realmente importa es si esta estrategia logrará marcar una diferencia en el mediano plazo.
Por lo pronto, algunos resultados ya son visibles. En las últimas semanas, la detención de importantes cabecillas de cárteles, como José Antonio Yépez Ortiz, alias “El Marro”, ha sido una muestra del giro en la política de seguridad. Mientras la maquinaria mediática opositora intentó fabricar relatos de exterminio y terrorismo de Estado, las cifras, las investigaciones y la realidad han desmoronado sus “versiones”.
El gobierno de Sheinbaum ha demostrado que, en materia de seguridad, hay una apuesta firme para enfrentar el problema. El camino es largo y lleno de retos, pero el primer paso ya está dado. La política de seguridad ha cambiado, y eso es algo que la oposición no podrá ocultar.