La rectora y el momento

Mtro. Juan Luis H. González S
En la Universidad de Guadalajara algo cambió. No todo, no de raíz, pero algo se movió. Karla Planter tomó protesta como la primera mujer en ocupar la Rectoría General y, con ese hecho, se rompió —al menos formalmente— una línea de sucesión exclusivamente masculina que había perdurado por décadas, por siglos. El hecho no es menor. Su llegada representa un tipo de liderazgo distinto, no necesariamente ajeno a la lógica de la institución, pero sí formado desde otra sensibilidad y experiencia.
Planter no es política en el sentido tradicional. Su trayectoria está marcada por el trabajo académico, la docencia, la investigación y la gestión institucional. Fue rectora del Centro Universitario de los Altos, coordinadora general de Comunicación Social, coordinadora de “FIL Pensamiento” y ha ocupado distintos cargos desde hace más de treinta años dentro de la universidad. Es parte del sistema y lo conoce muy bien.
No llegó por cuotas de género ni por accidente: llegó por mérito. Académico, administrativo, sin duda, pero también personal y político. Porque para dirigir una institución como la UdeG —una de las más complejas del país— se requiere no solo preparación, sino también habilidad, paciencia y un temple especial para navegar entre los equilibrios y liderazgos internos. Llegar ahí es, también, una muestra de talento político. Y en eso, Karla Planter ha demostrado que sabe leer los tiempos.
Su discurso de toma de protesta fue cuidadoso, plural y potente. Habló de una universidad más igualitaria, con perspectiva de género, con órganos colegiados paritarios, con una cultura del cuidado y de la paz, con atención a las víctimas de desaparición y a las violencias que cruzan a la comunidad estudiantil y a nuestra sociedad. Pero también habló de hospitales, de presupuesto, de infraestructura, de vinculación con gobiernos y de colaboración con el sistema de salud.
No improvisó. Conocía bien a quiénes se dirigía y lo que cada sector y actor relevante esperaba escuchar. Nombró a Ricardo Villanueva, a Trinidad Padilla, a Tonatiuh Bravo, y por supuesto, a Raúl Padilla, reconociendo que su legado no solo sigue presente, sino que, en buena medida, sigue organizando el mapa institucional de la universidad.
Es una sucesión pactada, sí. Pero no por eso menor. Al contrario: es quizá la más significativa en muchos años. A diferencia de otros relevos, esta vez hay una expectativa distinta porque por más que se mantengan ciertas figuras en el equipo, hay nuevos perfiles, nuevas voces y, sobre todo, una narrativa que intenta marcar un punto de inflexión. Planter no promete ruptura, pero sí evolución.
Su reto será demostrar que es posible transformar sin desfondar, mover sin destruir, reformar sin simular, y para lograrlo, necesitará construir su propia legitimidad en un ecosistema que ha funcionado históricamente por lealtades, por acuerdos internos y también por silencios cómodos.
La UdeG es una institución poderosa, influyente y con una larga historia de participación en la vida pública de nuestro estado. Pero también es una universidad que ha enfrentado críticas serias por su cerrazón, por su manejo discrecional y por su centralismo. La llegada de una mujer a la rectoría representa no solo una oportunidad simbólica, sino una exigencia real de cambio. No basta con ser la primera: el reto está en abrir el camino para que no sea la última, y para que las condiciones estructurales de desigualdad interna también se transformen.
Karla Planter parece dispuesta a mover de fondo cosas que deben cambiar. Su voz, su estilo y su proyecto anuncian una nueva etapa: más incluyente, más deliberativa, más sensible a las realidades que atraviesan las diferentes comunidades que conviven en la institución. Lo cierto es que su llegada ocurre en un momento clave: cuando el país se reconfigura bajo el liderazgo de la primera presidenta y la UdeG busca su lugar en el nuevo orden. Toca acompañar el proceso con atención crítica, pero también con la expectativa de que, esta vez, el cambio sea algo más que una simple transición o relevo.