Las Agujas y el silencio

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Juan Luis H. González


En el mismo instante en el que elementos de las fiscalías (federal y estatal) seguían desenterrando restos humanos en el predio Las Agujas, en Zapopan, el alcalde Juan José Frangie agradecía a la vida y celebraba su cumpleaños a través de sus redes sociales. Los mensajes de felicitación se apilaron en su muro de Facebook; ninguno hacía mención al horror y la tragedia que ahí sigue emergiendo.


El hallazgo de más de 200 bolsas con restos humanos provocaría, en otras condiciones, un escándalo nacional e incluso internacional, tal como sucedió con los tráileres de la muerte durante el sexenio de Aristóteles Sandoval o con el rancho Izaguirre en Teuchitlán, hace unas cuantas semanas. Pero en Zapopan la tragedia se gestiona diferente. Los medios de comunicación locales distraen sus encabezados con otras agendas y el gobierno municipal actúa como si estos abominables hechos ocurrieran en otro municipio u otro estado.


Con frialdad estratégica, el caso se ha relegado al espacio de los peritos forenses y se ha alejado del discurso político del gobierno municipal, con la intención de que se diluya en el flujo noticioso. Hablamos de Zapopan, el municipio más vigilado, más moderno y más próspero del estado. El Zapopan de los desarrollos verticales, los centros comerciales y los fraccionamientos ricos y amurallados.


La Fiscalía del Estado confirmó que la primera intervención en este predio ocurrió en febrero de este año, con el hallazgo de 169 bolsas de restos humanos. Hoy, esa cifra ronda entre las 211 y las 235. La Fiscalía General de la República también participa, y junto con la Comisión Nacional de Búsqueda y colectivos ciudadanos, continúan las labores en condiciones muy adversas y con todo sigilo. El caso, por sus dimensiones, amerita muchas respuestas que hoy no existen. No hay contexto, no hay responsables, no hay información oficial. Solo un silencio que lo cubre todo.


Aún no hay una conferencia de prensa, no hay un gabinete de crisis, no hay un solo mensaje de los gobiernos municipal y estatal que reconozca la magnitud del hallazgo ni que hable directamente a las familias de las posibles víctimas, que se van encontrando en pedazos, en este cementerio clandestino. Aquí el problema no es solo la violencia, sino la forma en la que hemos aprendido a gestionarla: sin palabras, sin empatía, sin asumir costos políticos. Como si lo impensable se hubiera vuelto rutina.


Sin embargo, lo que ocurre en Las Agujas no podrá tratarse como un dato más. No puede ser una estadística ni un expediente más en el archivo forense del estado. Es una herida abierta en el cuerpo de la ciudad, y Zapopan debería estar encabezando la conversación pública, como responsable directo de lo que ocurre en su territorio. Haciéndose presente, dimensionando el problema, señalando las omisiones de las estrategias de seguridad tanto federal como estatal. Pero no: la política se impone.


Gobernar también es nombrar lo que duele, hacerse cargo, asumir costos, exigir respuestas a otras instancias. Pero aquí el alcalde ha optado por seguir de largo, ante uno de los acontecimientos más graves que se han registrado en el estado en los últimos años. No, gobernar no puede ser solo cortar listones y agradecer likes en redes sociales.


La sociedad, por su parte, también parece atrapada entre la fatiga y la resignación. Es comprensible, pero no por ello aceptable. No puede ser normal que vivamos entre fosas clandestinas sin exigir una explicación. No puede ser normal que más de 200 bolsas con restos humanos no conmuevan a la ciudad.


En un país y un estado como el nuestro, el tamaño de un gobernante también se debe medir por la capacidad que tenga para enfrentar el dolor colectivo, para mirar de frente la violencia, para no dejar solas a las víctimas. Hoy, Las Agujas es el espejo más brutal de una ciudad que ha decidido mirar hacia otro lado cuando la tragedia entra por la puerta principal.


Porque cuando el silencio pesa más que las muertes, lo que está en crisis no es solo la seguridad, sino también nuestro sentido de comunidad y nuestra forma de hacer “política”.